miércoles, 30 de septiembre de 2009

La otredad

Foto: "The Shadow of the House", Leonardo Morell


Dice que tengo el pelo brillante y yo me río. Que estoy linda, dice. Yo me sigo riendo pero no digo nada. Siempre me hace lo mismo, siempre sabe.

Y me pregunta si lo hice, por fin, con él.

No, no con él; con otro, respondo. Y cuando lo digo, la sonrisa se me congela. En un segundo tomo conciencia de lo hijadeputa que soy al decir "otro" y no hacer el esfuerzo siquiera de decir "uno", o "alguien más".

Porque cuando digo otro, me refiero a él, finalmente, a él y a su ausencia, a su contundencia, y no al otro, aunque lo mencione para decir que no es él. Lo nombro negándolo.

Pero ese otro es en rigor uno, alguien. Alguien que me quiere y a quien yo querría querer, alguien con sus circunstancias, su vida, su fe, alguien para quien yo no soy otra, sino una, la, y él en cambio -el otro- es otro que no es él. Ni lo será.

Me veo siendo también otra, precisamente para él.

Entonces me mareo, salgo caminando con cualquier excusa, la chica del almacén me frena porque estoy pálida y yo digo que comí algo pero me hizo mal.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Sexo de clases


H dice que le pone muchísimo tener sexo con chicas de otras clases sociales. Él asegura que es diversidad -eso para enrostrar mi eterna selección de hombres clase media, incluso en estas materias- y yo digo que también en esa diversidad hay visos de clasismo.

"A usted le gusta el amor estratificado", me acusa.

- Y sí, compañero; nada sucede al margen de las clases. Al menos esa conciencia no me abandona.
- A mí, en cambio, me gusta de vez en cuando acostarme con chicas de otras clases. No hace mucho, al fragor de la faena, una me dijo "¿quieres ganarte arriba?"... Me encantó que me dijera así.
- Debe ser que en esos momentos todo suma. En todo caso, sin salir de mi clase media, alguien una vez me dijo "mamita, qué rico"... yo lo encontré total.
- Entonces me entiendes, mamita, qué rico.
- Claro. ¿Y te ganaste arriba?
- Y al lado.
- Eso sí es dialéctica materialista.

miércoles, 24 de junio de 2009

La piel


Es que es todo muy lindo, pero peor. Cuando yo era más callada por dentro, tiraba más. Le preguntaba al cuerpo y me inventaba una mentira satisfactoria para abrir las piernas sin demasiado pensar. Si el chico de la bossa nova pide quedar en mi depa en horario laboral, digo que no. La muda de antes se ha vuelto una parlanchina y no me cree que todo se va a arreglar. Descartado reincidir con un ex.

Dice que es todo muy lindo, pero después. No es tonta, la de adentro. Prefiero dejar de ficcionar y darle por una vez razón.

Pucha, pero la piel.

lunes, 23 de marzo de 2009

Ravel

Has dirigido un Wagner pero cuando sales del camarín no cesas de pensar en Ravel. Me digo que es una más de tus obsesiones y te dejo ser.

Volvemos del concierto: sigues pensando en Ravel. Pensando en Ravel cocinas y comes. Pensando en Ravel brindamos hasta que me paro y lo busco en el mueble e inserto el CD.

Pero me detienes, me quitas la copa y me pasas una vela para encender. Buscas otras y haces con ellas la forma de una orquesta lista para tocar.

Ven, dices, y me llevas al sitio del director.

Me desnudas pensando en Ravel. Te desnudas. Nos tendemos. Y pones play.

La solitaria fanfarria es el pianissimo comando de movimiento. Apenas delineando una oscilación, ese vaivén.

Hacemos nuestra la frase musical. Un ruego. Una decisión obstinada. Una escalada de piel.

La flauta es un dedo. El clarinete, la otra mano. El oboe, sus manos. Y siempre bajo la cintura los
tambores.

In crescendo, tempo y suma sin cuartel.

Tu cuerpo en el mío transitando nuestro mantra en do mayor. Toda la sangre en una misma progresión.

Pizzicato de violines, arpas: respiración.

Cuando entran los bronces no pensamos ya en el ritmo: somos un mezzo forte que se precipita a golpes de cuerdas hacia el fortíssimo que nos espera más allá.

Así nos sostenemos, suspendidos en el pentagrama con el aliento al borde de la demolición, controlados pero urgentes.

Ardientes.

Tambores, clarinete, oboe, fagot, bronces, maderas, cuerdas y velas adentro y alrededor.

Piú fortissimo.

Somos la furia apocalíptica del final, la solemnidad fundacional de Ravel, platillos incluidos, la locura acelerando, estrépito de big bang y la desintegración.

Nos quedamos luego súbitamente quietos,sorprendidos, de ojos abiertos.

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- ¿También aquí tengo que aplaudirte?

Y tú te ríes, miras tu smoking en el suelo y te sabes libre de tu compostura de director.

Entonces dices no, mi amor. Dices que Wagner se vaya a la mierda, que Ravel debe haber sido un caliente y que yo, solita, sigo siendo tu mejor orquestación.

Maurice Ravel. Bolero.